Los mamíferos amamantan a sus crías para darles lo que necesitan y así garantizar su supervivencia y permitir su desarrollo. Como mamíferos, los humanos cuentan con su leche materna para optimizar el crecimiento del bebé y, a la vez, crear un vínculo especial entre la madre y el niño.
Es por esto que no se debería incluir leche de vaca en la alimentación del lactante, porque tiene un alto contenido de sodio y de proteínas, y una escasa cantidad de hierro y de ácidos grasos esenciales.
Los niños alimentados con leche materna se enferman menos que aquellos que no son amamantados. La leche humana provee distintos tipos de defensa para los recién nacidos, e incluye anticuerpos contra patógenos específicos. Contiene lactoferrina, una fuente de hierro que posee propiedades antibacteriales y antivirales.
Por otro lado, los ácidos grasos esenciales presentes en la leche optimizan la función cognitiva y la visión.
Las hormonas, las células vivas antibacteriales y antivirales, y los ácidos grasos esenciales, son algunas de las razones por las cuales la leche materna es ampliamente superior y no puede ser copiada artificialmente.